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Abrazando los errores



“... después de todo, fracasar con la película no se siente como un fracaso. Se siente como experimentar, como una aventura. Se siente como aprender.”



Han sido días de mucho teléfono. Demasiado tiempo libre, perdido. Clavado en el sillón y desplazando el pulgar sobre la pantalla, absorbido en un remolino de ansiedad al ver cómo el resto del planeta avanza. Bueno, avanzar es un piropo. El scroll en el teléfono deja en evidencia también que hay ciertos rincones del mundo en donde el tiempo retrocede. Sí, elecciones en Guatemala. Sí, patear la mesa de diálogo en Chile a 50 años del golpe y sí, Florida y tu plan de estudios sobre la esclavitud.

Pero no me salí del remolino para escribir sobre eso. Tuve la suerte de dar clic en algo que cambió el algoritmo y pude sacar la cabeza del agua para encontrar un texto que habla de la bella incertidumbre que hay detrás del acto de hacer fotografías con película.

Charlene Storey escribe en su blog Haver & Sparrow sobre su primera experiencia usando la Leica que heredó de su padre y que traía un rollo vencido adentro, aún sin acabar. Charlene se lanzó a la aventura de terminar el rollo y mandarlo a revelar, para recibir de regreso imágenes con errores que terminó abrazando. El color desvanecido de las fotografías, su oscuridad y exceso de grano, le hacen recordar la experiencia como “un salto a un espacio creativo desconocido”. A la larga y como deberíamos enfrentar todo en la vida, lo importante es el viaje.

Escribe Charlene que “… después de todo, fracasar con la película no se siente como un fracaso. Se siente como experimentar, como una aventura. Se siente como aprender.”






El año pasado, heredé yo una Canon AV-1 y usarla ha sido una experiencia bellísima. El modelo es bastante point and shoot, pero regresar a la parsimonia del acto que hay detrás de cada una de las bajadas y subidas de espejo, es oro. Además de la espera y la sorpresa cuando llega el correo del laboratorio con los escaneaos. En fin, temiendo sonar cursi, como recibir sol una mañana de invierno.

La entrada del blog me hizo recordar imágenes de los primeros rollos que saqué. Como la cámara tenía mucho tiempo sin uso, su cortinilla se quedaba pegada y en algunas imágenes solo se exponía la mitad del cuadro. Busqué además imágenes de finales de rollo, que también se exponen parcialmente, pues el resto se ha velado al cargar la película.





Como Charlene, abrazo los errores de estas fotografías y al publicarlas, les encuentro un nuevo significado. La ausencia forma parte del encuadre. En las primeras, la cortina negra esconde algo y nos invita a imaginar qué hay detrás. En la imagen vertical, el bloque negro se funde con el árbol y parece un peso que oprime al sujeto. El velado blanco, como el yin y el yang, se vuelve un complemento de la imagen retratada y a la vez, parte de la misma; la mirada por la ventana hacia algo fuera de campo se potencia con ese vacío.

Y en esta última, para mi la mejor sorpresa al redefinirlas, la mujer se enfrenta al espacio velado, congelada en el acto de dibujar con la pluma, su propia escena sobre el canvas blanco.