personal

Un paseo por el barrio


Un año antes de la pandemia, sin la capacidad de imaginar lo que se venía para el planeta, nos mudamos del Cerro Bellavista de Valparaíso a una casa en el campo, a 12 km de Limache. Muy pronto confirmamos que habíamos tomado la decisión correcta.



En la orilla sur del Embalse los Aromos, encontramos un espacio para llamar hogar. Cambiamos la vista al mar por la de El Mauco, los barcos esperando carga y el sonido del puerto por el bosque esclerófilo y el grito del tiuque. Y en un espacio de muy baja densidad de población, hemos hecho grandes amigos y lazos de comunidad, algo que en Valpo ya no teníamos.

Desde que llegamos, han aumentado las construcciones de casas en el condominio y como transitan más personas, dejamos de ver a la pareja de zorros que pasaba por nuestro terreno. Pero el paisaje aún tiene una flora y fauna maravillosa que no deja de impresionarme cómo cambia y se transfroma con las distintas estaciones del año. En las caminatas por el barrio siempre hay algo frente a lo que vale la pena detenerse para ver y reconocer.










Los terrenos fueron algún día parte de la Hacienda de Limache de José Tomás Urmeneta, empresario minero del Siglo XIX. La compró en un remate en 1860, con una superficie de 5,805 cuadras de la época o 2,902.5 cordeles, territorio que cubría desde Limache hasta Concón. Fue una hacienda próspera, agrícola y ganadera donde pasó el final de su vida. Al morir pasó a manos de los Eastman, de quienes se habla más en el área por la casa patrimonial que hay en la entrada de Limache. Desconozco si fue Urmeneta o los propietarios anteriores, pero imagino que debieron talar una buena cantidad de bosque nativo para levantar el viñedo, los diversos cultivos y mantener el ganado. El paisaje aún se los cobra.

El embalse fue creado artificialmente y funciona desde 1972 para almacenar agua de reserva para las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar, Reñaca y Concón. Además de las posibilidades recreativas que nos da tenerlo cerca, genera un microclima de humedad envidiable en la zona. Pero en verano, cuando se llena la costa con población de temporada, es impresionante ver la rapidez con la que baja su nivel. En un año de buena gestión debería llenarse para aguantar la superpoblación, pero en los últimos años se ha mantenido debajo de la mitad de su capacidad y lo hemos visto vaciarse por completo.

La megasequía que vive la región no ayuda. En las caminatas también se ven árboles nativos entregados a la sequía, marchitos. Pero a pesar de lo desalentador que puede llegar a ser, nos ha ayudado a tomar conciencia y empujado a hacer algo para revertirlo. Tenemos algunos proyectos de reforestación a escala que esperamos hacer pronto en el terreno. Si funcionan, tal vez podamos replicarlos en otros terrenos y devolver a la zona algo de su estado original. Será lento, pero estamos haciendo el intento.